Por: Frida Modak
La epidemia o pandemia derivada de la influenza A-H1N1 ha terminado convirtiéndose en una controversia internacional en la que se busca culpar a alguien y México parece ser el elegido por haber sido el primero en hacer pública la situación y adoptado las medidas que se conocen a nivel mundial, medidas que ningún otro país ha tomado. Sin embargo, y aunque la Organización Mundial de la Salud se sumó a la crítica diciendo que el gobierno mexicano había desestimado las advertencias que le hizo el 11 de abril, día en que coincidentemente se conoció el primer caso de influenza atípica en El Perote, Veracruz, ahora han surgido otras informaciones que apuntan a Estados Unidos.
El diario The Washington Post, que ya en su edición sabatina había formulado críticas a la forma en que opera el aparato de salud del país del norte, publicó en su edición dominical un amplio reportaje en el que deja en claro que las autoridades sanitarias de esa nación registraron el 30 de marzo el primer caso de un virus que no pudieron identificar. Ese día, en el sur de California, un niño de 10 años había desarrollado un cuadro de tos y fiebre, al que normalmente no le habrían dado importancia. Pero el Centro de Investigaciones de Salud de la Armada estadunidense de San Diego estaba participando en un ensayo clínico de un test de 30 minutos sobre virus, de modo que tomaron una muestra de flujo nasal del niño.
Los virólogos, expertos en influenza estacional, no lo pudieron identificar. Mandaron entonces la muestra al laboratorio de la Clinica Marshfield en Wisconsin, donde concluyeron que el paciente A, como se conocía al niño, estaba infectado con un virus de infuenza imposible de reconocer y enviaron la muestra a un laboratorio estatal, adonde llegó después de las 3 de la tarde del 10 de abril, cuando estaban cerrando por el feriado de Semana Santa.
El director preguntó si era de alto riesgo, pero al saber que la muestra era de un niño que no había salido del país y que se había recuperado, decidió que la prueba podía esperar. Sospechó que podía haberse tratado de influenza porcina, algo raro pero no desconocido, según comentó después. Además, la influenza porcina es frecuente en los cerdos y raramente de desarrolla en los humanos. Después, una niña de 9 años, de Atlanta, tuvo una influenza que tampoco se pudo identificar, sólo se estableció que no era la ya conocida, pero esta vez el director del laboratorio de la Armada alertó al Centro de Control de Enfermedades de que algo andaba mal.
El 13 de Abril el secretario de Salud de México envió un correo electrónico al Centro de Control de Enfermedades estadunidense, en el que describía una enfermedad respiratoria inexplicable. Uno de los directivos de ese centro dijo, según el Washington Post, que la mayoría de las enfermedades respiratorias eran inexplicables y que era difícil saber lo que pasaba a miles de millas de distancia. Otros funcionarios tampoco le dieron importancia porque habían visto casos de influenza porcina en niños que visitaban zoológicos o granjas y jugaban con cerdos, pero que se curaban rápido porque la influenza porcina moría también rápido.
Luego empezaron a abundar los casos en Estados Unidos, incluso un miembro de la avanzada presidencial que organizaba la visita de Obama a México contrajo el virus y obviamente se dijo que eso había ocurrido en su permanencia allí, aunque todo indica que fue a raíz de este caso empezaron a considerar la posibilidad de que se tratara del mismo virus que ya también había aparecido en Canadá. La confirmación de que era el mismo en los tres países se obtuvo el 23 de abril, día en que Nancy Cox, del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos se lo comunicó telefónicamente al secretario de Salud de México y el gobierno dispuso de inmediato las medidas de emergencia conocidas.
La detallada crónica del Washington Post permite establecer que pasaron 23 días antes de que se pudiera saber de qué se trataba, entre otras cosas porque un funcionario decidió que las pruebas de laboratorio del flujo nasal de un niño de 10 años podían esperar y se fue a vacaciones de Semana Santa. Sin embargo, los dardos no llegan a Washington sino a Ciudad de México y están provocando agresiones y trato abusivo a mexicanos en otros países y generando un peligroso clima anti-migrantes en Estados Unidos.
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